lunes, 17 de octubre de 2011

Nuestro Cuerpo Prehistórico


Me imagino que te quedaste pensando con fastidio acerca de la elección de alimentos y lo que eso significa en tu vida a diario. Tengo un amigo médico odontólogo que siempre dice “todo lo que es bueno y sabroso en esta vida produce diabetes, cáncer, enfermedades cardíacas o SIDA”. Y eso no es verdad.

Imagínate que uno quiera cortar carne con un martillo. O tomar café con un tenedor. O ver televisión metido dentro del mar haciendo submarinismo. ¡Ah, ya sé, me vas a decir que son ridículas las comparaciones! Y lo son, pero quiero destacar con ellas que asumimos que “todo lo sabroso” nos afecta negativamente de alguna manera. En realidad, otros han decidido y nos han enseñado lo que es “sabroso” violando las reglas de cómo fuimos creados.

Glyptodon, Old Drawing, Wikipedia Commons
Nuestro organismo tiene, genéticamente hablando, millones de años. Hasta hace como 10.000 años, vagábamos de un lado para otro, empujados por los cambios de clima y la facilidad de conseguir comida, es decir, siguiendo instintos básicos de supervivencia. No había agricultura, no había comodidades, y pasábamos, con mucha frecuencia, días enteros sin comer. Nuestro cuerpo se volvió experto en sacar el provecho máximo de la caza y pesca, y de la recolección de frutas, nueces y raíces silvestres, y generamos un eficiente sistema de acumulación de grasa en nuestro cuerpo para poder enfrentar, sin morirnos de hambre, los períodos sin comida a la mano. Eso nos dotó de hormonas ahorradoras (insulina) y gastadoras (glucagón) que nuestro organismo ponía en juego para mantenernos vivos.

Genéticamente no hemos avanzado mucho desde entonces. Quizás una de cada 4 personas (o menos), tiene un sistema que maneja estas hormonas de manera “modernizada”. Pero todos los demás seguimos siendo prehistóricos.

Es decir, nuestro cuerpo no dispone de herramientas para manejar alimentos procesados.

Pero vivimos en épocas modernas, manejamos nuestro tiempo según otras agendas (casi nunca las propias, porque hay jefes, tráfico, presiones económicas, etc.), y además tenemos tradiciones y un círculo donde nos movemos que nos enseñan lo que es “sabroso”. Y eso sin entrar en detalles morales con respecto al adoctrinamiento publicitario conque las compañías de alimentos nos bombardean a diario (más sobre eso en próximos artículos).
Los cereales, los jugos, la pastelería, las latas, las grasas trans, la leche, los pesticidas y fertilizantes, (y no voy a seguir abundando en la lista por lo interminable), forman parte de esa vida diaria, pero nuestro cuerpo viene mal equipado para manejarlos.
Y créeme que no estoy implicando que volvamos a la caza y pesca del hombre prehistórico. Pero sí que vayamos a alimentos menos procesados (o nada procesados), lo más orgánicos que nos permita el bolsillo o la disponibilidad, que aprendamos que nos hace mal, y que pasemos la información y la pongamos en acción.

Kalina, Cazador-Recolector, Wikipedia Commons
Gary Taubes hace referencia en sus libros “Good Calories, Bad Calories” y “Why We Get Fat”, a estudios bien serios que ponen en evidencia hechos sorprendentes (para nosotros, los “civilizados”): la acidez, gastritis y úlceras digestivas así como la apendicitis, son afecciones que se presentaban entre los colonizadores, pero no en los indígenas colonizados, hasta el momento en que éstos cambiaban sus dietas; las culturas que mantienen intactas sus costumbres “primitivas” pueden morirse de una infección aguda o un accidente, pero no sufren enfermedades crónicas degenerativas como diabetes, cáncer o artritis.

Así que te invito a que reflexiones sobre lo “sabroso” y empieces a descubrir, llamado a curiosidad por nuestros artículos, qué hay detrás de ese adjetivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...