domingo, 25 de agosto de 2024

El riesgo de infarto y el colesterol

¿Cuál es el síntoma más frecuente de un ataque al corazón (infarto)?


    
Cuando hago esta pregunta a pacientes, amigos y familiares, las respuestas más frecuentes son "dolor en el pecho", "dolor en el brazo izquierdo", "dolor en el cuello" o "dolor en la mandíbula". Unos pocos agregan "náuseas". 

    Se me quedan viendo, esperando que les diga algo. Mi respuesta siempre los deja en shock: "el síntoma más frecuente en casi la mitad de las personas es la muerte súbita". 

    No después, o en las primeras horas o días, como puede llegar a serlo. O con el tiempo. 

    No.  Es la muerte al momento de sufrirlo. 

    Algunas de estas muertes son dramáticas y han golpeado a personas muy cercanas a mi familia o a mis vecinos: el papá de mi madrina y mejor amiga de la infancia se acostó al lado de su esposa y amaneció sin vida. Cero aviso previo. 

    Un vecino del piso 10 dónde yo vivía me llamó desesperado –sabía que yo era médico. "!Mi papá se desmayó en el piso, ayúdeme doctora!".  Aunque lo intubé (soy anestesiólogo intensivista y tenía equipo de resucitación cardiopulmonar en casa) y le di masaje, no respondió. Cero aviso previo. 

    Mi comadre era médico forense y la acompañé numerosas veces a casas donde había un fallecido súbito. Los resultados de las autopsias solían tener un denominador común: eran personas con un infarto agudo. Cero aviso previo.

    La enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de muerte, súbita o no, en la población de la mayor parte de los países, a pesar de los avances médicos y de su desarrollo económico.

    Hasta hace poco esa muerte súbita ocurría en 1 de cada 2 personas. Ahora quizás es alrededor de 1 de cada 3. Puede ser porque hay mejores técnicas de resucitación, o porque se hacen cambios en el estilo de vida, o porque son personas a las que le han realizado procedimientos previos para disminuir la gravedad de las lesiones en sus arterias coronarias. 

    La ciencia médica incluso ha llegado a decir que el cambio es por el tratamiento con estatinas para bajar el colesterol (aunque, como ya lo destaqué en un post en este blog que publiqué en el 2016, no es verdad).

    De hecho, cada día hay más confusión acerca del colesterol y el riesgo de infarto. Si hacemos una búsqueda en internet, cualquiera que sea el navegador, nos aparecen miles de entradas, y en muchas de ellas el chico malo de la cuadra es el colesterol "alto". Es el criminal. Hay que perseguirlo y sacarlo de nuestro organismo.

    Pero –siempre hay un pero– el colesterol es indispensable para la vida. 

    Sin colesterol no hay hormonas sexuales especializadas (testosterona y estrógenos), no hay hormonas de defensa (cortisol), ni de control de inflamación (cortisona), ni de manejo de minerales como el sodio (aldosterona). 

    No producimos sales biliares (adiós digestión). 

    No tenemos cobertura en los nervios (mielina) que impida que se pierda la energía que trasmiten; ni tenemos estructura (membrana celular) que eviten que nuestras células se desintegren. 

    Tampoco tendríamos unos glóbulos blancos capaces de defendernos de las infecciones. 

    La lista de lo que depende del colesterol para mantenernos vivos y con salud prácticamente es interminable

    Aún así, la llamada ciencia médica se ha dedicado a criminalizarlo durante más de 60 años y lo quiere relegar a desaparecer a expensas de dietas inútiles y medicamentos que disminuyan indiscriminadamente su producción. 

    A muchos de los pacientes que llegan a mi consulta con el colesterol elevado se les ha indicado esta trifecta: una dieta "saludable" (comer bajo en grasa, con más vegetales y fruta), hacer ejercicio y tomar una estatina. Sobre todo les dicen que sin las estatinas podrían tener un infarto y morir.

    Las verdaderas causas de la enfermedad cardiovascular (ECV), y el evento que es la razón de este artículo, vienen muy bien ilustradas en el video de YouTube del Dr. Ken Berry Cómo evitar un Ataque Cardíaco:

 
En este post detallo como activar subtítulos en español

    Sería de esperar que entre las causas más importantes para sufrir un infarto estuviese el aumento del colesterol –causado, por supuesto, por una alimentación rica en grasas– y la falta de ejercicio. Pero como podemos ver en la gráfica que está en este video del Dr. Berry, los factores de riesgo que están entre las primeras causas de infarto no son el colesterol alto (que quedó fuera del gráfico, en el puesto 13) ni el sedentarismo (que aparece como el último entre los 10 Tope). 

    En el gráfico podemos ver que más del 75% de las 10 causas principales de ECV son condiciones médicas como la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico, la hipertensión arterial y la obesidad, y un hábito de vida: fumar.

    
El Dr. Berry construyó esta gráfica a partir de los números que aparecen en un importante

    Es un estudio hecho en 28.024 mujeres profesionales de 45 o más años de edad, sin enfermedad cardiovascular conocida, a las que se le hizo seguimiento por un promedio de 21 años.

    Que no les engañe que el estudio se hizo en mujeres: las causas son tan o más importantes en los hombres. 

    Ese estudio lo detallaré en uno de mis próximos posts.

    Por ahora quiero enfocarme en cómo, al cambiar la perspectiva desde la que vemos las causas, podemos hacer una diferencia en el pronóstico: si los médicos diagnosticamos y tratamos las causas realmente importantes, nuestros pacientes pueden tener mejor calidad de vida y también una longevidad mayor y más saludable.  

    Ese gráfico nos muestra una narrativa diferente ya que la diabetes, el síndrome metabólico, la hipertensión arterial y la obesidad, además del hábito de fumar, ocupan al menos el 75% de las condiciones asociadas con la enfermedad CV y el infarto.  

    Que la diabetes esté como la primera de esas condiciones médicas es una estadística preocupante. Más bien, una tragedia. Casi la mitad de los diabéticos no saben que lo son hasta que se descompensan, o lo descubren al ir de urgencia al hospital por otra causa.

    La diabetes tipo 2, el síndrome metabólico y la hipertensión arterial esencial –que es la más frecuente– son causados por resistencia a la insulina. La obesidad hoy en día se considera como una enfermedad compleja, también ligada –con mucho– a la resistencia a la insulina.

    Es fácil hacer un diagnóstico temprano y evitar o minimizar las consecuencias. 

    Te cuento cómo en el próximo post.
   












lunes, 19 de agosto de 2024

Cómo activar subtítulos en Español en YouTube

     Esta es una infografía para aquellos de mis lectores que no son fluentes en inglés. Si utilizan los pasos que se muestran a continuación, pueden activar los subtítulos en español, tanto para ver el video en el navegador de la computadora como en la App de YouTube en el celular o tableta con los subtítulos adecuados.


Si tienes abierto YouTube en el navegador (en mi caso es Google Chrome)






Si usas la App YouTube en celular o Tableta






La traducción automática no es perfecta, pero los resultados son bastante buenos.

¡Se acabó la barrera del idioma! 

Te invito a activar los subtítulos ahora y cada vez que quieras tenerlos en tu idioma.






domingo, 20 de enero de 2019

Entre la verdad y el mito: las matemáticas de las calorías, Parte 2

Ayer les presenté algunos aspectos acerca de los mitos sobre las calorías.
Veamos ahora algo de ciencia sobre la biología. 

The Noun Project, Creative Commons
https://thenounproject.com/icon/2066/
El cuerpo tiene un sistema preciso de control para ajustar el balance entre las calorías ingeridas y las que se gastan. Ese sistema se conoce como Appestat (1) o termostato (regulador) del peso corporal. Appestat es un neologismo en inglés que viene de Appetite y Thermostat. Friedman (2) lo llamó sistema biológico, y otros lo llaman “Set-Point” (Punto-Fijo) u Energy-Homeostasis, pero para todos viene a ser una sola cosa: un complejo sistema de control dentro de nuestro cerebro que ajusta las calorías que el cuerpo asimila y las que gasta, tanto de manera inmediata como a largo plazo, manteniendo estable el peso a lo largo del tiempo, ya seas obeso o no lo hayas sido nunca (3).

En cuanto a la creencia de que a través del ejercicio podemos perder peso, las matemáticas de las calorías tampoco resultan correctas, aunque la inactividad sigue apareciendo como una causa cierta según la propia OMS reseña en la citación (4) que mencioné en la parte 1 de este artículo.
Yo también compré esa creencia durante muchos años, y la defendía vigorosamente en mis consultas... por la razón equivocada. Y es que los pacientes suelen empezar con entusiasmo cualquier programa que ofrezca bajar de peso. Puede ser que hasta compren ropa deportiva especial o se inscriban en un gimnasio o se equipen con guantes y mancuernas para hacer ejercicios de resistencia.

Entonces vienen al primer control y se montan en la balanza y esperan con ansiedad el resultado. A veces este resultado les contenta, y otras los números son agridulces porque esperaban más. Pero los resultados, si los hay, se mantienen poco más del corto plazo. Es consecuencia del Appestat o termostato.

Consideren lo siguiente:
Cuando haces ejercicio, ¿cómo está tu apetito después? Aumentado, ¿cierto?
No porque seas adicto a la comida. Es una respuesta programada por la biología. Haces ejercicio, te da hambre, comes más, y la suma y resta no resulta a favor de perder peso como pensaste (5). Es decir, compensan, ya que en muchos estudios que se basan en programas de ejercicios dirigidos a adelgazar la reducción de peso es modesta y no pocas veces está muy lejos de ser la esperada (2013) (6)

Esa compensación también se demostró en estudios con adolescentes obesos y de peso normal: si realizaban una sesión de ejercicios intensivos en la mañana, en la tarde reducían su actividad, mientras que, si el ejercicio era de baja intensidad o descansaban en las mañanas, la actividad vespertina era normal. (2014) (7)

Estados Unidos está entre los países en los cuales se hace más ejercicio. Los italianos, en cambio, hacen cerca de un 40% menos (8). Sin embargo, Italia está en el puesto 80 (19.9% de obesidad en la población, en promedio) y Estados Unidos en el 11 (36.2% de obesidad en la población, en promedio), en los países de mayor tasa de Obesidad en el 2016, según su Índice de Masa Corporal o BMI (por sus siglas en inglés) (9, 10)

Quiero también citar, de manera textual, el siguiente párrafo tomado de un interesante estudio que aparece en el New York Times: “La teoría de que los recolectores-cazadores eran mucho más activos es una linda teoría. Pero ¿es verdadera?  A fin de averiguarlo mis colegas y yo recientemente medimos el gasto energético diario en la población Hadza, de Tanzania, una de las pocas poblaciones de recolectores-cazadores que aún quedan en el mundo. ¿Gastarán los Hazda, cuyo estilo de vida es tan similar a la de nuestros distantes ancestros, más energía que nosotros? Nuestros hallazgos, que recientemente publicamos en la revista científica PLoS ONE, indican que no, lo que sugiere que la inactividad no es la fuente de la obesidad moderna”. (2012) (11)

Las matemáticas de Comer menos, Moverse más, según los canales convencionales (asociaciones médicas, agencias gubernamentales dedicadas a la nutrición) y los que se aprovechan de las guías nutricionales que estos canales crean (industria de los alimentos, la farmacéutica, la del fitness), afirman que el sedentarismo tiene un rol importante en la epidemia de la obesidad tanto en niños como en los adultos. Pero como lo destacan muy bien Baylor (12) y Fung (13), si la carencia de ejercicio no es la causa de la obesidad, entonces no es la respuesta para curarla.

Nuestro mayor gasto energético es el resultado de las funciones de mantenimiento de nuestro cuerpo (respirar, mantener la circulación en marcha, orinar, la digestión, el funcionamiento del hígado, para no hablar de nuestro cerebro que, aunque pesa apenas el 2% del peso total de nuestro cuerpo, gasta el 20% de la energía total), mientras que caminar, por ejemplo, unos tres y medio km por hora, consume apenas un 5% del total del gasto energético.

Puedes objetar que caminar placenteramente es diferente a correr, y que correr produce cambios en la proporción. Y quizás yo hubiera podido estar de acuerdo contigo, pero una de mis labores como médico ha sido prestar mis servicios profesionales a una compañía dedicada al Software de Impuestos en Venezuela por más de once años. Allí trabajan unos setenta profesionales, en su mayoría jóvenes, a los que he evaluado anualmente durante ese lapso. Una buena parte de ellos les dedicaba al menos ocho horas semanales a los ejercicios cardiovasculares y de resistencia, y el incremento progresivo de su peso, grasa corporal y visceral, y envejecimiento metabólico, medidos con un InnerScan de Tanita (BC-1000), ponen en evidencia que el ejercicio regular e intensivo no parece ser la respuesta para mantener un peso adecuado. Muchos de ellos tienen un IMC entre 27 y 29 (sobrepeso), y algunos son francamente obesos; hay hipertensos entre ellos, y una incidencia importante de resistencia a insulina (incluso tres de ellos son diabéticos).

El único cambio que pude constatar ocurrió en los últimos dieciocho meses cuando se hizo difícil conseguir arroz, azúcar y otras harinas refinadas, típicas de la dieta diaria venezolana, lo que ocasionó una disminución dramática tanto en peso como en grasa corporal y visceral, así como  cambios positivos en la data de la resistencia a la insulina, (incluso dos de los tres diabéticos dejaron de serlo). Y no fue gracias a reducir calorías y mantener el ejercicio ya que debo agregar que por las dificultades económicas inherentes a los cambios financieros que se han presentado en Venezuela en estos 2 últimos años, la mayoría tuvieron que renunciar a sus asiduas visitas al gimnasio, o disminuirlas significativamente.

Al reaparecer el azúcar y los almidones en el mercado negro, los que contaron con el dinero suficiente (o fueron auxiliados por la gerencia de la empresa) para volver a adquirirlos, retornaron a sus índices de sobrepeso y obesidad previos, incluyendo aquellos lque volvieron, al menos parcialmente, a las sesiones de gimnasio. Los que siguieron limitados para adquirir esos rubros, y que además tuvieron que mantenerse fuera  del gimnasio por los costos insostenibles para ellos, han seguido perdiendo peso y grasa tanto corporal como visceral.

Ahora bien, este artículo no niega que hacer actividad física indudablemente tiene múltiples beneficios para la salud, tanto física como mental y emocional, pero uno de ellos, per se, no es la pérdida de peso. 

Porque, finalmente, no es un problema de matemáticas. Es de biología.

No dejes de leer mi próximo artículo sobre Entre la verdad y el mito: las matemáticas de las Calorías, que prometo publicar en muy corto plazo.

Referencias
3 Leibel, RL: Changes in energy expenditure resulting from altered body weight https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7632212

5 Church, TS et al, Changes in Weight, Waist Circumference and Compensatory Responses with Different Doses of Exercise among Sedentary, Overweight Postmenopausal Women

6 Melanson, EL, Resistance to exercise-induced weight loss: compensatory behavioral adaptations https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23470300
7 Thivel, Is there spontaneous energy expenditure compensation in response to intensive exercise in obese youth? https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23447495
Citación tomada de World Health Organization, 2014, accesada Septiembre 2018 en: https://www.revolvy.com/page/List-of-countries-by-body-mass-index, y
12 Baylor, J. (2015),  - The Calorie Myth. Harper Wave: Estados Unidos. Recuperado de: http://a.co/d/gdwaIGN
13 Jason Fung (2017) El Código de la Obesidad. Editorial Sirio, Barcelona, España. Recuperado de: http://a.co/d/b3NoO0Y












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