viernes, 26 de febrero de 2016

Por qué Reiniciar el Metabolismo

Hace 3 días prometí este siguiente artículo para el día siguiente pero la vida tiene su propia forma de enredar así que fue para hoy.

¿Cómo se reinicia un metabolismo?
Entendemos la comparación con las computadoras, pero no tenemos un botón de reset que podamos apretar para empezar de nuevo. Sin embargo, podemos aprovechar ciertas características de nuestro cuerpo para empezar de nuevo.

Lo primero, es que muchas de nuestras células se renuevan con regularidad (algunas de manera muy rápida), y por eso podemos tener un nuevo comienzo en muchos de los sistemas de nuestro organismo. Incluso las neuronas se pueden renovar, lo que se creía imposible hace unos años. Yo aprendí que una neurona que moría no podía ser reemplazada, pero la realidad es muy diferente ya que si se le puede reemplazar. 

Lo siguiente que aprendí es que somos un poco diferentes de cómo nos vemos. A nivel molecular, es decir, a nivel microscópico, somos energía que está vibrando continuamente, por lo que la piel que pensamos que es nuestra frontera con el exterior, en realidad hace continuidad con él. La Dra. Jill Bolte Taylor lo explica en su libro Un Ataque de Lucidez (My Stroke of Insight): sufrió una hemorragia en la mitad izquierda de su cerebro y se dio cuenta de que su comunicación con el medio ambiente que la rodeaba era muy diferente de lo que conocía cómo especialista en Neurociencias.
Leer, y luego oír su relato en TED TALK, cambió mi percepción acerca de “eso” de las vibraciones que hasta ese momento pensé se trataba de algo esotérico.

Y como dicen que la ignorancia es atrevida, otro tanto de calificar de “esotérico” me detenía de leer al Dr.Deepak Chopra. Jeje, médico internista, gastroenterólogo, autor de 80 libros, 22 de ellos best-sellers, con un equipo fabuloso de médicos investigadores y un rosario de universidades con las que trabaja estrechamente en sus investigaciones. Su último libro SUPERGENES es una puerta para entender cómo se reinicia un metabolismo.

De los Doctores Chopra, Mark Hyman, David Perlmutter, Aseem Malhotra,  David Ludwig, David Amen, de investigadores como Barry Sears y reporteros médicos como Gary Taubes y Jack Challem, he tenido el privilegio de aprender montones. Ellos han abierto y cimentado mi camino en esta ciencia médica de la Nutrigenómica.

Pero volvamos al reinicio.
Cuando los investigadores Waterland y Jirtle hicieron sus trabajos con los ratones Agouti para cambiar el color del pelaje, hicieron un reinicio de los genes de las crías y también un reinicio metabólico, ya que la tendencia a la obesidad y a la diabetes de esta cepa de ratones desapareció en los ratones que nacieron después de cambiar la alimentación de las hembras antes de que se preñaran.

Billones de células se dividen a cada momento y eso abre la puerta a cambiar las instrucciones codificadas en los genes. Cuando dejamos de bombardear nuestras papilas gustativas con azúcares y edulcorante, le damos oportunidad a que su renovación, que ocurre cada 10 días, nos dé papilas nuevas que “estrenan” sabores cada día. Puedo decir por experiencia propia que la sensación de “limpieza” que los alimentos van a dejar en tu boca se asemeja mucho a la de estar recién bañados.  

Cuando permitimos que ese microcosmos de kilo y medio de bacterias que habita en nuestro intestino (microbioma) pueda repoblarse con bacterias benéficas, y dejamos de abrumarlas con alimentos inadecuados, la digestión se facilita, y condiciones patológicas, como la depresión, se minimizan o desaparecen; como muchos somos intolerantes a los carbohidratos, al sacarlos de nuestras comidas recuperamos energía, recuperamos nuestro balance hormonal, los hombres dejan de tener “mamas” y mejoran su virilidad, y las mujeres sanamos nuestros ovarios poliquísticos, lo que hace desaparecer esa “barba” incómoda y poco estética que se asienta en el mentón.

No por medicamentos.
Sino porque entendemos y respetamos que los alimentos son información y son medicina, y cambiamos lo que comemos, cómo nos nutrimos, cómo nos movemos,  y nos damos tiempo de relax.

A lo largo de los próximos artículos iré compartiendo paso a paso con ustedes como hacer este reinicio, e incluso habrá algunos videos para entenderlo mejor.
Nos vemos pronto.

lunes, 22 de febrero de 2016

Mini Curso de Biología Moderna, parte 2

Revisemos ahora al microbioma intestinal dentro de los factores epigenéticos.
Aunque nuestro cuerpo posee 37 trillones de células, apenas tenemos 23.000 genes en total según las investigaciones realizadas en el Proyecto Genoma Humano (Human Genoma Project). En cantidad de genes no somos para nada criaturas muy avanzadas; es más, el Dr. David Perlmutter, autor de los libros Grain Brain (cerebro de pan) y Brain Maker (Alimenta tu Cerebro), en la entrevista que le hiciera el Dr. Mark Hyman, nos dice que somos 1% genes humanos y 99% genes bacterianos (existen alrededor de 2 millones de genes dentro de nuestro microbioma intestinal), y lo que nos hace especiales es esa rica interrelación con la bacterias que habitan en nuestros intestinos.
Lo curioso es que el Dr. Perlmutter es un destacado Neurólogo, no Gastroenterólogo, y es una autoridad reconocida en el campo de la Neurología clínica y el tratamiento del Alzheimer, pero tiene una experiencia formidable en el microbioma intestinal y sus efectos sobre el Sistema Nervioso Central.

Cada vez que comemos, los alimentos pasan por nuestro sistema digestivo y en el intestino tienen contacto con la flora intestinal, que se ocupa de digerirlos para convertirlos en sus integrantes más sencillos, amén de otras funciones importantes que tiene ese microbioma intestinal. 


Cuando comemos proteínas, por ejemplo, no podemos aprovecharlas como están; tienen que ser llevadas a los aminoácidos, que son los elementos simples de los cuales están hechas las proteínas. 

Es como si descompusiéramos una palabra en las letras que la integran. 
Usando la palabra COMPROMISO como metáfora, cada una de sus letras vendría a ser un aminoácido que se absorbe a través de las células que conforman la pared intestinal (c, o, m, p, r, etc.)

Si la flora bacteriana es incorrecta o se afecta porque no reconoce los alimentos que llegan al intestino, la palabra no se divide en letras sino en sílabas (¡no pocas veces en sílabas extrañas!), de manera tal que ya no podemos usar esas letras o sílabas para construir nuevas palabras.

En el intestino ocurre lo mismo: el alimento se divide, no en los integrantes esenciales, sino en fragmentos que alteran la pared intestinal y que son absorbidos en trozos más grandes, afectando tanto el resultado directo (por no proveer los elementos necesarios para construir, por ejemplo, otras proteínas) como por no ser reconocidos por nuestro sistema inmune, lo que produce inflamación local y sistémica y reacciones autoinmunes.

La interacción es tan crítica entre los alimentos y esa flora intestinal o microbioma, que importantes investigaciones han demostrado que dejan de producirse los aminoácidos necesarios para la elaboración de neurotransmisores en el cerebro, como la serotonina, y se produce depresión. Y así, un sinnúmero de condiciones patológicas.

Hay una gran complejidad en este microcosmos y no quiero enredarlos ahondando en el tema. Pero si dejar en claro el mensaje de que el microbioma define no sólo nuestro bienestar en términos de materia prima para otros componentes de nuestro organismo, sino también para el funcionamiento de los genes y la expresión genética, ya sea para nuestra salud o para producir enfermedades.

Es por eso que necesitamos no una dieta sino todo un programa para reiniciar nuestro metabolismo, de manera que podamos alimentar y nutrir los genes adecuadamente, y recuperar y mantener nuestra salud en las mejores condiciones posibles.
Y sobre ese programa te cuento mañana en nuestro próximo post.

  

viernes, 19 de febrero de 2016

Mini Curso de Biología Moderna, parte 1


Ayer prometí darte un mini curso de biología moderna. No, no te preocupes, será fácil y sencillo de entender, y muy necesario para que quede clara esta relación de alimentos y células.

Te adelanté el concepto de Nutrigenómica, la ciencia que estudia cómo los alimentos transmiten información a los genes. El segundo concepto importante es la Epigenética que estudia la interrelación entre los genes y el medio ambiente que los rodea.

Durante muchísimos años se pensó que la genética era algo inamovible: adquirimos los cromosomas de nuestros padres y sus ancestros, y así como nacemos, morimos. Nuestras células se duplican miles de millones de veces al día y la información que pasa de una célula a la otra durante la duplicación es una copia exacta. Lo vimos en los estudios de educación media a través de la genética Mendeliana.

Sin embargo, sólo el 5% de esta genética es inamovible, el 95% restante se modifica a través de los factores epigenéticos y esos cambios pueden ser heredados de una célula a otra e incluso de una generación a la siguiente. Es como si el 5% fuera el hardware o parte física de una computadora, y el 95% restante el software o instrucciones para operar la computadora.
Tenemos en nuestro organismo aproximadamente unos 37 trillones de células (37 millones de millones), según publica "Annals of Human Biology". Dentro de cada una de esas células se encuentra el núcleo, y dentro de cada núcleo hay 23 pares de cromosomas con unos 23.000 diferentes genes en total.
Los genes, sin embargo, no están activos permanentemente. La interacción que tienen con los distintos factores epigenéticos ponen marcas químicas específicas en ellos o en las zonas del ADN que regulan como se expresan o “funcionan” estos genes, haciendo que “hablen o se callen”, es decir, manifiesten o no una función en particular propia de cada gen.
Podemos ver como ejemplo que hay genes que se expresan facilitando la diabetes o el cáncer y otros que impiden o dificultan que esas enfermedades aparezcan.

Durante muchísimos años se pensó que los genes sólo se expresaban de manera pre definida por millones de años de evolución, pero luego se descubrió que esa expresión podía ser cambiada también a corto plazo por agentes diversos como los alimentos, las sustancias tóxicas, las bacterias propias del intestino o microbioma intestinal, y los factores psico-sociales y emocionales.

Buscando respuestas sobre la acción que ejercen los alimentos en los genes, los investigadores Waterland y Jirtle introdujeron cambios en la alimentación de ratones Agouti, que son de pelaje claro y tienen tendencia a la obesidad y la diabetes, y descubrieron que no sólo cambiaban el color de su pelaje, sino que también eran más delgados y no sufrían de diabetes. Al cambiar su alimentación no sólo alteraron características típicas de la raza (el pelo claro) sino su tendencia a condiciones patológicas.
Creative Commons, autoría Musicowl1
Eso hizo surgir muchas otras investigaciones que pusieron al descubierto que además de una evolución marcada por la supervivencia del más fuerte a lo largo de millones de años, también había cambios a corto plazo o adaptativos.
Muchos alimentos que consumimos hoy en día son inventos genéticos o experimentos químicos que benefician selectivamente a las grandes compañías de alimentos pero poco o nada a los que los comemos. Modificados o inventados, todos terminan por producir cambios en nuestros genes y nos enferman a corto y/o largo plazo.

Un ejemplo de ello son los edulcorantes artificiales. Creados para no alterar las glicemias en personas con diabetes o que quieren perder peso, tienen, sin embargo, la capacidad de estimular poderosamente el Núcleo Accumbens en nuestro cerebro, que es el centro de placer y recompensa. Su sólo contacto con las papilas gustativas ya desencadena la estimulación de este centro y también la secreción de insulina de manera incluso más poderosa que el azúcar, ya que el mensaje químico que recibe nuestro organismo es de estamos consumiendo una sustancia que dispara los mensajes concretos para que nuestros genes entren en función y le den luz verde a la producción de insulina en el páncreas y de dopamina (el neurotransmisor del bienestar y placer) en el cerebro.

Por un lado nos mantiene adictos sin hacer diferencia con drogas como la cocaína o la heroína, y por otra, nos hace desgastar el páncreas y alimenta nuestras células de grasa, amén de que al no ser un alimento como tal, el hambre no se sacia y nos llama a comer más.

No te pierdas el próximo artículo que te ayudará a aprender un poco más sobre biología moderna.

jueves, 18 de febrero de 2016

Reiniciar el Metabolismo

Buena parte de mis pacientes me confunden con la “nutricionista” tradicional y me piden un menú día a día para hacer “dieta”. Mi respuesta es siempre la misma: las dietas no funcionan...a largo plazo. Ni siquiera a mediano plazo. Yo misma he estado en dieta innumerables veces y confronto siempre el mismo problema que todas las personas que han pasado a través de las dietas: no es cómo ni cuánto peso pierdes mientras sigues esa “dieta, sino qué pasa cuando sales de la “dieta” y ese peso regresa.

El viejo concepto de que aumentamos de peso porque comemos demasiado y hacemos poco ejercicio es sólo eso, un viejo concepto. Pertenece al siglo pasado y está basado en mala ciencia. Hacer dietas bajas en calorías es una receta para el fracaso: produce hambre constante o la mayor parte del día, enlentece el metabolismo y encierra la grasa dentro de las células de grasa (y disculpa por la redundancia, pero la uso en aras de claridad del concepto).

Igualmente pasa con el pensar que sanar el metabolismo es sólo para gente obesa o con sobrepeso. Muchas personas delgadas tienen baja masa muscular y un alto porcentaje de grasa en su cuerpo a pesar de tener talla reducida o normal (son los "skinny fat” de la literatura inglesa); o tienen un metabolismo enfermo, aunque no engorden.

Después de muchos años (de estudio, práctica y más estudio), mi respuesta es una: necesitas un programa de rehabilitación.
Necesitas REINICIAR tu metabolismo, y al igual que en la computadora, vamos a darle al botón del RESET para lograrlo.

Quiero compartir contigo, antes de invitarte al programa en si, porqué es tan importante hacer cambios con resultados a largo plazo. La idea es sanar y que la consecuencia sea adelgazar (si tienes sobrepeso) y sentirte bien y llena de energía.

Por ensayo y error y cómo médico y usuaria de muchas dietas, he llegado a aprender que perder peso no significa estar sana, que no es un problema de ejercicios y calorías, aunque que no hace juego al sentido común ni a lo que me enseñaron en la escuela de medicina. He aprendido que hay una brecha que separa el ejercicio de la medicina de la ciencia médica de unos 20 a 30 años, y es la ciencia médica la que va adelante, no los médicos en su práctica diaria.

En la práctica médica me enseñaron que la persona con sobrepeso estaba falla de voluntad, era perezosa y/o glotona, y se engañaba a sí misma y al médico acerca de las porciones  y el tipo de alimentos que consumía. Ciertamente, algunos pacientes caen en esas categorías, pero en general he encontrado que desean realmente  cambiar su peso y su salud pero se sienten atados y fracasados porque no lo logran.

Están atrapados en el síndrome SM.
Es decir, se sienten miserables.

En la ciencia médica actual he aprendido que ocurre algo en nuestro cuerpo que nos mantiene atrapados y que va mucho más allá de las calorías, la fuerza de voluntad, la glotonería, la pereza, y los factores emocionales o psicológicos.
Ese algo es que la química de nuestro cerebro (no hablo de la mente), nuestras hormonas y nuestro metabolismo han sido secuestrados por alimentos inadecuados, por tóxicos en nuestro medio ambiente, y por el estrés; nuestro cuerpo está intoxicado e inflamado, y nuestro sistema digestivo se ha vuelto incompetente, dejándonos indefensos, enfermos, deprimidos, hinchados, fatigados, y a muchos de nosotros, con franco sobrepeso.

Tenemos contacto con alimentos todos los días, todo el día, y los alimentos tienen la capacidad de "hablarle" a nuestras células y producir cambios en sus funciones que nos lleven a estar sanos o a estar enfermos.
Es decir, ¡los alimentos son INFORMACIÓN!
Esta ciencia nueva que nos enseña como se hablan entre sí alimentos y células se llama Nutrigenómica, y nunca estuvo en la perspectiva de mis estudios de medicina...ni en la de incontables colegas que sólo la relacionan con algo de genética y factores hereditarios, aunque nada tiene que ver con esa "genética" mendeliana.


En la segunda parte de este blog voy a contarte un poco más a través de un mini curso de biología, pero hoy quiero sembrar dentro de ti que los alimentos son algo más que calorías, que la información que traen modifican las instrucciones dentro de nuestros genes, y que Hipócrates se adelantó a la ciencia médica actual cuando nos instó a pensar que “los alimentos son medicina y medicina son nuestros alimentos”.
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