Foto: Autor, Stefan Eggert. Wikimedia Commons |
Hace unos días estuvo una paciente en mi consultorio y, para
mi asombro, me comentó que en opinión de su endocrinólogo “caminar no era ejercicio” y que, por lo tanto, tenía que hacer ejercicio
expresamente dirigido, en gimnasio o sitio similar. Este “especialista” ha olvidado que el ser humano tiene millones de años
de existencia, que los gimnasios son de reciente aparición, que caminar es el “ejercicio” más antiguo que existe y que
está comprobado que funciona.
¿Con qué autoridad hago semejante afirmación? Primeramente, con la de la
observación, para lo cual no necesito ser médico, aunque serlo generalmente da
más habilidades porque mucho de la buena medicina se basa en observación; y en segundo término, con
el apoyo de innumerables estudios científicos, de los cuales cito algunos al
final de este artículo.
Durante todos los siglos de existencia del mundo, el
desplazamiento cotidiano de un lugar a otro se hizo caminando. Sólo cuando la
población se hace urbana y simultáneamente sedentaria, es cuando los efectos de
una mala dieta se potencian y aparece una epidemia de obesidad. Ciertamente el
exceso de calorías y la mala alimentación contribuyen de manera significativa a
la obesidad, pero la vida sedentaria es un amplificador de esa mala
alimentación.
Quizás este especialista basa sus indicaciones en la falta
de disciplina que exhibimos para sólo caminar cuando nos apetece, pero
numerosos estudios científicos han demostrado que caminar de manera regular es
sumamente beneficioso y efectivo.
Hablemos, pues, qué hace el caminar.
Para comenzar, aumenta nuestro gasto calórico, no sólo
en número, sino en la energía que invertimos para caminar. Ambos conceptos no
son enteramente lo mismo pues, aunque no se consuman muchas calorías por cada
minuto que pasamos caminando, el movimiento en sí requiere que nuestro
organismo reorganice sus fuentes de energía y ponga en marcha nuestra masa
muscular. Si aplicamos el principio de la inercia, en el cual siempre se
requiere más energía para iniciar el movimiento (o detenerlo), veremos que algo
pasa en nuestro interior. Y digo veremos, porque si caminamos de manera
consistente y regular, al final de cierto tiempo habrá cambios visibles: más
fuerza muscular, mejor ánimo, mejor ritmo al respirar, y un metabolismo basal
más elevado.
¡Hum! Metabolismo basal…¿Qué es éso?
Es la energía básica necesaria para respirar, dormir,
mantener nuestro corazón latiendo, haciendo funcionar nuestros órganos para
mantenernos vivos. Si yo aumento progresivamente este metabolismo basal y no consumo
calorías de manera excesiva, este cambio va a tener un impacto para acercarnos
a nuestro peso óptimo. Aquí funciona muy bien lo del interés compuesto: es como
cuando ahorras, al principio la cantidad se ve insignificante, pero con el
tiempo, es mayor que la suma de lo que se ahorra regularmente.
¿Cuenta el tiempo que caminamos y la intensidad con qué lo
hacemos? Ciertamente, pero cuenta más la regularidad semanal: es más efectivo
caminar 20 minutos todos los días que 1 hora sólo 2 días a la semana (por
ejemplo, sólo fines de semana). He visto muchos “guerreros de fin de semana” que
se quejan de que su salud no tiene cambios positivos a pesar de que hacen
ejercicio al menos por una hora; lamentablemente, también ocupan sus horas
después de su trabajo de lunes a viernes como habitantes del sofá y la
televisión.
¿Qué pasa si hace mucho que no camino o si tengo una
obesidad importante o problemas con las rodillas o con el corazón?
Salvo que tu médico de cabecera lo contraindique, empieza
poco a poco: con pasos de bebé.
Puedes reírte con incredulidad, pero si comienzas con 10
minutos diarios y aumentas 1 minuto por semana, en 20 semanas estarás caminando
30 minutos diarios y habrás formado un hábito.
Public Domain, Wikimedia Commomns |
Caminar regularmente, además, fortalece el sistema
circulatorio y el inmune, sube el colesterol “bueno”, disminuye la obesidad
visceral y la resistencia a la insulina. Si quieres más información sobre otros efectos, revisa el primer artículo sobre actividad física de este blog. Puedo decir, por experiencia propia, que el simple hecho de caminar a mis perros me ayudó notablemente con mi peso, tensión arterial y condiciones físicas y emocionales.
Quizás no te guste caminar. Si tienes chance de hacer una
actividad física que te guste, ¡excelente!, si la respuesta es no,
entonces…¡camina!, te guste o no. Muchas cosas hay que no nos gusta hacer, pero
menos nos gustan los resultados de no hacerlo.
- Brill, J. Perry, AC. Parker, L. Robinson, A. Burnett, K. Dose Response effect of walking on weight loss. How much is enough? Inter. J. Obes. 2002. Vol. 24(11); pp. 1484-1493.
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