lunes, 8 de octubre de 2012

PREDIMED: dieta mediterránea, aceite de oliva y nueces


Recientemente me llegó un correo de Nuts for Life (NutENews) sobre la visita a Australia de dos importantes investigadores españoles involucrados en PREDIMED, un prestigioso estudio de intervención nutricional a largo plazo (2003-2011) que fue llevado a cabo por 19 grupos de investigación en 7 comunidades en España. El equipo PREDIMED (acrónimo de PREvención con DIeta MEDiterránea) evaluó la eficacia de una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva extra-virgen o frutos secos (nueces, almendras y avellanas), versus una dieta baja en grasa, en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares (ECV) en individuos con alto riego de padecerlas.

http://predimed.onmedic.net/

Los resultados que se tomaron en cuenta midieron la mortalidad de origen cardiovascular (infarto de miocardio y accidente cardiovascular o ACV), así como el efecto sobre otras variables secundarias como la mortalidad general (de todas las causas) y la incidencia de insuficiencia cardiaca, diabetes, cáncer y demencia. También se midió el efecto sobre la presión sanguínea, la glicemia en ayunas, el perfil lipídico, los marcadores de inflamación y otros marcadores de enfermedad cardiovascular (ECV).

Se estudiaron 7400 adultos de ambos sexos, en alto riesgo de ECV, sin síntomas al inicio del estudio, con un seguimiento promedio de 5 años, y edades comprendidas entre 55 y 80 años. Se hizo un registro de si existía previamente o no una dieta mediterránea, consumo moderado de alcohol, actividad física placentera y el no fumar. Es de notar que los participantes fueron elegidos sobre la base de que añadirían a la dieta mediterránea tradicional más aceite virgen de oliva o nueces, mientras que los que se adhirieron a una dieta tradicional baja en grasas
Éste es el resumen de los resultados:

ECV
Tanto el añadir a la dieta mediterránea 50ml (algo más que unas 3 cucharadas soperas) de aceite de oliva virgen, o 30g de frutos secos (aproximadamente ¼ de taza), tuvieron un efecto anti-inflamatorio sobre el sistema cardiovascular, observándose que cuanto mayor era el consumo del aceite de oliva y frutos secos, más disminución había de los principales biomarcadores de inflamación, oxidación del colesterol LDL, y aparición de enfermedades como hipertensión, diabetes, dislipidemia (grasas en sangre elevadas) y obesidad.

Control de peso
La presencia de frutos secos en la alimentación tuvo un efecto beneficioso sobre el peso, resultando en una menor circunferencia abdominal (talle) al cabo de 1 año. Estos resultados se evidenciaron aún en aquellos participantes con historia genética de obesidad.

Diabetes
Hubo una reducción del 50% en la aparición de diabetes a lo largo de al menos 4 años de estudio, en comparación con las dietas típicas bajas en grasa, aún en aquellos participantes que no bajaron de peso ni aumentaron su actividad física.

Síndrome Metabólico (SM)
Se encontró en un subgrupo de 800 participantes del estudio que los que mejor seguían el programa tenían una menor incidencia de este Síndrome, que se considera como un factor elevado de riesgo de ECV.
Otro análisis evidenció una reducción del 13.7% de la prevalencia del SM (presente en 61.4% de los participantes) en aquellos que incluyeron frutos secos versus el aceite de oliva adicional o la dieta baja en grasas.
Un detalle importante fue la reducción del talle sin mayores cambios en peso, lo que sugiere una redistribución beneficiosa de la grasa.

Salud Cerebral
2 de los estudios dentro del PREDIMED se enfocaron en el estado cognitivo y la salud cerebral. Uno de ellos encontró mejor memoria verbal inmediata (aceite de oliva) y memoria efectiva (nueces).
El otro grupo se enfocó en medir niveles de BDNF (factor neurotrófico cerebral), que está disminuido de manera importante en la depresión, encontrando un mayor nivel de este factor y una mejoría de la depresión en los participantes que incluyeron frutos secos. (¡Este factor también determina la formación de nuevas células cerebrales!).

Izquierda: aceite de oliva Oneglia, autor Lemone, Wikimedia Commons
Derecha: frutos secos variados, archivo propio
Conclusión
Todo parece indicar que es muy beneficioso agregar nueces y semillas a una dieta del estilo mediterráneo, que es rica en vegetales, frutas (no tropicales), legumbres, pescados, cereales integrales, amén de ser generosos en aceite de oliva extra-virgen, cierto grado de actividad física y consumo moderado de alcohol (vino). Quiero ampliar más sobre la dieta mediterránea, así que la voy a comentar en un próximo artículo de este blog.

Entretanto, quizás es hora de dejar de perseguirnos por la manía de las antigrasas, y volcarnos a una alimentación que ha sido probada como beneficiosa por cientos de años.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Cuando Los Expertos Nos Desinforman

En Septiembre 12, JAMA (Journal of American Medical Asociation) publicó un artículo titulado AssociationBetween Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major CardiovascularDisease Events: A Systematic Review and Meta-analysis, escrito por un grupo de médicos griegos liderado por Evangelos Rizos, cuyas conclusiones se convirtieron rápidamente en un reguero de pólvora en los medios de comunicación, incluyendo Internet.


Según el grupo investigador, estas son las premisas del estudio:
Contexto: la considerable controversia que existe referente a la asociación de los ácidos grasos omega 3 y los objetivos cardiovasculares más importantes.
Objetivo: evaluar el rol de la suplementación con omega 3 sobre los desenlaces cardiovasculares más importantes.
Fuente de la data:  MEDLINE, EMBASE, y the Cochrane Central Register of Controlled Trials hasta agosto 2012.
Selección de los estudios: estudios clínicos randomizados que evaluaban el efecto del omega 3 en la mortalidad general, muerte cardíaca, muerte súbita, infarto miocárdico (IM) y accidente cardiovascular (ACV).
Conclusiones: “basados en medidas de asociación, tanto absolutas como relativas, la suplementación con omega 3 no se asoció con un riesgo más bajo de mortalidad general, muerte súbita, muerte cardiaca, infarto miocárdico ni ACV”.

Los medios de comunicación de inmediato tomaron el apunte, como podemos ver en esta muestra de una consulta GOOGLE, en la que el titular que prevalece (aquí en inglés) es “los suplementos de aceites de pescado no previenen los ataques al corazón”.


Tanto Bill Faloon, de Life Extension, como Elizabeth Weise,de USA Today, van un paso más allá, y hacen reflexiones importantísimas para quien quiera mirar lo que hay tras bastidores:
  • De 3.635 estudios, escogieron sólo 20.
  • No llegó a los titulares que muchos de estos pacientes ya habían sufrido un infarto o tenían evidencias de enfermedad arterial importante, y que se estaba “probando” la efectividad de los suplementos para prevenir la aparición de un segundo evento en la evolución de su enfermedad.
  • No se establecen las diferencias en las dietas de esos pacientes antes de ser enrolados en el estudio (muchos de ellos apenas comían pescado, amén de tener hábitos alimentarios y de estilo de vida inadecuados).
  • Se desestimaron otros estudios (numerosos) que demostraban un papel importante en la prevención de “primeros eventos”. (¿No debería ser éste el objetivo de la PREVENCIÓN?).
  • Incluso en estas personas ya enfermas, el estudio puso en evidencia que los suplementos de omega 3 redujeron en 9% la mortalidad cardíaca, 13% la muerte súbita, 11% los infartos, 4% la mortalidad general, y 5% los ACV. Pero los investigadores concluyen que estadísticamente estas reducciones ¡¡NO ERAN SIGNIFICATIVAS!!
  • reconocieron la efectividad de los suplementos para reducir los triglicéridos, la aparición de arritmias graves, la agregación plaquetaria (que favorece las trombosis), y que también observaron una disminución leve de la presión sanguínea.

Como ya mencioné en mis artículos previos sobre omega 3 (¿es bueno este aceite de pescado?, el omega equilibristarecetas de omega 3, la chica griega, The Queen of Fats: los omega 3), estos suplementos NO deben sustituir una buena alimentación, ni el uso de medicación cuando está indicada. Sin embargo, es importante emplearlos cuando no tenemos acceso regular al consumo de pescado, complementar su consumo si ya está presente en nuestra dieta o potenciar sus efectos, teniendo siempre como premisa escoger suplementos de alta calidad, con una buena concentración de omega 3.


Un palabra final: desinformar es un mal servicio que hacemos a la comunidad. Nuestro papel como médicos, científicos o comunicadores, debe llevarnos a ser guías que desentrañemos la información y la hagamos útil tanto para nuestros pacientes como para el público en general. Debemos ser abanderados en la exhaustividad de nuestras investigaciones y ponderar los hechos para evitar sesgos que generen confusión. Nuestros pacientes y nuestro público merecen nuestro mejor esfuerzo.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Qué nos hace el Estrés


La semana pasada estuve en un Simposio médico donde nos encontramos varios colegas que egresamos a lo largo de estos últimos 30 años de nuestro postgrado de Terapia Intensiva (o Medicina Crítica, como se le conoce en los medios médicos). 

Además de ser un encuentro muy agradable y estar teñido de nostalgia por los “viejos tiempos”, pude observar algunos detalles que llamaron mi atención.

Indudablemente muchos de los que asistimos a la reunión ya estamos en la edad madura (algunos somos “adultos mayores” o de la tercera edad), pero la mayor sorpresa no provino del paso del tiempo en nuestros rostros y cuerpos, sino del visible efecto que el estrés del ejercicio profesional y la vida cotidiana ha tenido en cada uno de nosotros. Algunos, siendo de edad igual o mayor, exhiben rostros luminosos, y otros, en cambio, tienen rostros opacos, casi céreos. 
Pocos de nosotros, excepto los más jóvenes (y algunos son realmente muy jóvenes pues apenas tienen uno o dos años de haber terminado su postgrado), están delgados y en forma física. Pero no es allí donde radica, aunque contribuya, ese peso que ejerce el estrés.

Las Unidades de Cuidados Intensivos son sitios llenos de bullicio: hay teléfonos que suenan a todas horas, beeps en monitores que revelan el ritmo cardiaco de los pacientes o su saturación de oxígeno,  alarmas nos alertan de un malfuncionamiento, silbidos de equipos que suplantan la actividad respiratoria de los más enfermos o de muchos postoperados. Los familiares de los pacientes ejercen una fuerte presión, empujados por el miedo a perder a sus seres queridos o por la imposibilidad de enfrentar una cuenta hospitalaria cuantiosa. Para no hablar de la abrumadora presencia de la muerte o de las complicaciones, que asedian por igual a los pacientes, que luchan por sobrevivir, y al personal, que lucha por salvarlos.

Unidad de Cuidados Intensivos, Hospital Naval, USA. Public Domain, WikimediaCommons

Tanto los médicos que trabajan con guardias y tienen a su cargo pacientes críticamente enfermos, como los que tienen largas horas de consulta, son los que están más agotados. Esta cualidad depende un poco de la falta de sueño y las largas horas de trabajo, pero mucho más del desgaste emocional que genera luchar con montones de variables para mantener con vida los pacientes hasta que mejoran (o mueren), y el difícil balance con la vida personal.

Recuerdo una de nuestras primeras reuniones de egresados. A nivel personal, el balance resultó deprimente, no teníamos vida familiar. Los que no estaban divorciados, apenas veían a su familia, y cuando estaban en casa, siempre se llevaban sus pacientes “a cuestas”, lo que hace notablemente difícil cualquier relación interpersonal.

Puedes decirme que está justificado: al fin y al cabo, se espera que intercambiemos nuestra vida personal por salvar vidas. Es un buen punto filosófico. Pero nuestras familias no están precisamente de acuerdo.

Pero, ¿qué decir de las demás personas? ¿Qué les hace a sus vidas personales la carrera profesional o la simple lucha por sobrevivir? ¿Qué nos pasa cuando intercambiamos tiempo por dinero y entendemos, equivocadamente, que el estilo de vida es todo, en términos de afluencia económica, a costa de un sinnúmero de horas-trabajo?

John Maxwell, el bien conocido maestro del liderazgo, en sus videos diarios de coaching A MINUTE WITHMAXWELL, es enfático al afirmar que “no podemos manejar el tiempo”, que es un mito que se promociona en empresas y organizaciones en general. 


¿La razón? No podemos hacer nada para hacer que un minuto dure más o menos de lo que es: un minuto. Mientras estamos vivos, cada minuto que tenemos es igual al otro en duración, lo que cambia es nuestra percepción del tiempo y cómo manejamos nuestras prioridades para hacer unas cosas u otras en esos minutos.

Bien, éste no es un artículo sobre liderazgo. Es una reflexión sobre cómo cobra precio el estrés en nuestras vidas. Fuimos diseñados para que un estrés de corta duración fuera el que nos impulsara a enfrentarnos o correr ante un peligro inminente; hoy, el estrés está presente largas horas y desgasta nuestras suprarrenales y nuestro fino balance hormonal, y va oscureciendo nuestra vida con el deterioro de nuestras relaciones interpersonales y con los efectos perjudiciales sobre nuestros órganos y sus respectivas funciones. No sólo nos “arruga” más, hace esas arrugas por fuera y por dentro de nuestros cuerpos y nuestras vidas, potenciando un deterioro progresivo de la calidad de nuestra existencia.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿A qué llamamos Exposición Solar Correcta?


El Dr. Michael Holick nos ofrece en su libro The Vitamin D Solution una guía de cuánto y cómo exponernos al sol. Mucho de lo que escribe se aplica básicamente a la geografía de los Estados Unidos, pero podemos usarlo con ingenio y adaptarlo (más o menos) al país dónde vivimos.
Sin embargo, algunos puntos ni siquiera necesitarán adaptación, sino simplemente implementarlos.

Si vives en casa, tienes un patio trasero, y tienes la bendición de poder venir a mediodía a almorzar (o al menos estar allí entre 10.00am y 3.00pm), puedes aprovechar para tomar cierta cantidad de sol y producir vitamina D suficiente.

¿Cuánto tiempo?
Primero necesitaremos hacer una pequeña prueba que consiste en averiguar con cuánto tiempo de exposición nuestra piel estará levemente rosada a las 24h. Comienza por hacer la prueba un fin de semana, en horas del mediodía, en verano, ponerte tu traje de baño (¡buena excusa para ir a la playa!), proteger tu rostro, y tomar sol por un tiempo que puede variar entre 20 minutos (si eres de piel blanca y tienes tendencia a quemarte con facilidad, pero también te bronceas un poco) hasta un par de horas, si eres de piel morena y apenas te bronceas; después de ese tiempo, aplícate bloqueador solar de manera generosa. Esto no vale en personas pelirrojas o albinas (su tiempo de exposición debe ser menor), ni de piel negro-azulado (probablemente estarás todo el día al sol y apenas lo notarás en tu piel). Esto se estima como EXPOSICION 1 MED.

Claro está que esto varía grandemente de acuerdo a la región del mundo donde vivas: a menos horas al año de luz solar que tiene el país, menor posibilidad de exponernos al sol en el momento apropiado.

Map of Yearly Sunshine Hours, Landsberg H.E., L'atmosfera e il clima
Autor: Carnby, Public Domain, WikimediaCommons
Si vemos este mapamundi en el que hay diferentes colores aplicados a los países de acuerdo no sólo a la latitud sino también al tipo de suelo qué tienen, podremos identificar aquellos países con mayor cantidad de luz solar al año. Van desde el color azul marino (menos de 1200 horas de luz solar: algo así como 3 horas diarias en promedio, aunque la rotación alrededor del sol hará que unos meses sea mucho menos de 3 horas, y otros meses, bastante más), hasta el color rojo (más de 4000 horas anuales: unas 11 horas diarias al menos, yendo, igualmente con la rotación alrededor del sol, desde unas 8 hasta 16 horas o quizás más).

Sólo vas a necesitar una fracción de este tiempo de manera regular para producir una cantidad bastante aceptable de vitamina D, pero necesitas saber cómo reacciona tu piel: Holick sugiere exponer piernas y brazos alrededor de unos 5-10 minutos, 3 veces a la semana, al menos 5 meses al año (mediados de primavera a principios de otoño), si eres de piel blanca. Las personas de piel morena pueden necesitar hasta 4 veces más tiempo, y las de piel intermedia, lógicamente un tiempo intermedio. Exponiendo brazos y piernas recibes sol en una superficie entre 36% y 54% (regla del 9%: cada brazo es 9% y cada pierna –completa- 18%).

¿Qué pasa si no puedes tomar el mediodía para exponerte al sol regularmente (por ejemplo, trabajas todo el día bajo techo? Pues, o tomas suplementos o usas mesas de bronceado. Más sobre estas últimas en un próximo artículo.

Reglas que aplican siempre

- Más no es mejor: quemarse, aún levemente, no es una opción. Usa un bloqueador solar después del tiempo recomendado.
- Determina con un examen de sangre cuál es tu nivel de vitamina D. Rechequea tu nivel de vitamina D cada 2-3 meses para saber si la exposición solar es suficiente (o funciona en tu caso).
- Consulta con tu médico para saber si tienes alguna contraindicación (al menos, para hacer la prueba).
- Protege tu cabeza, rostro y manos: no aportan gran cosa a la producción de vitamina D, y se envejecen y manchan con el sol.
- Si tienes obesidad, es posible que la exposición solar resulte insuficiente.
- Un 25-50% de superficie corporal expuesta 25-50% de 1MED, en horas del mediodía, 3 veces a la semana, a lo largo de todo el año, puede ayudar enormemente a normalizar tu nivel de vitamina D. Aunque en invierno, sobre todo en latitudes muy al norte o al sur de nuestro planeta, la exposición solar no ayuda gran cosa, lo que acumulas el resto del año hace una diferencia.

No es regla, pero vale la pena aplicarlo: si tienes problemas de absorción intestinal, como enfermedad de Crohn, enfermedad inflamatoria intestinal o fibrosis quística, la exposición solar correcta puede obrar maravillas en tu condición médica.



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