jueves, 14 de abril de 2011

¡Moverse NO es opcional!


¡No tengo tiempo! ¡No puedo pagar un gimnasio! ¡No tengo espacio para un Orbitrek! ¡Es inseguro caminar en la calle tan temprano! ¡Es inseguro caminar en la calle tan tarde!  ¡No me siento bien para hacer ejercicio! ¡Ya yo camino bastante en mi trabajo! ¡Ya yo hago bastante ejercicio con todo lo que tengo que hacer en mi casa!


¿Cuál de estas razones usas para no moverte lo suficiente?

La mayoría de mis pacientes me dan este tipo de razones para explicarme porque no hacen actividad física regular, y las más frecuentes son la falta de tiempo y la inseguridad.
Viviendo en el medio del caos del tráfico y teniendo que balancear constantemente un presupuesto limitado que nos obliga a trabajar más horas para sostenernos, el no tener tiempo parece la razón perfecta para no hacer actividad física regular. Eso me lleva a compartir con ellos, y a reflexionar para mí misma, que el tiempo no es manejable, todo se centra en prioridades a la hora de decidir qué hacer.
Si la actividad física no tiene una prioridad alta dentro de nuestro quehacer diario, la dejaremos relegada A DIARIO.

John Medina, autor del sabroso libro Brain Rules (puedes curiosear en  http://www.brainrules.net/about-brain-rules), comparte con sus lectores un hecho muy interesante (y sorprendente): nuestros antepasados pre-históricos fueron diseñados para hacer todas sus actividades mientras se desplazaban, en promedio,… ¡19 kilómetros diarios! Y todos los estudios científicos demuestran que nuestros males de salud arrancan precisamente de que nuestros cuerpos siguen siendo funcionalmente los mismos. La mayoría de nosotros ni siquiera recorremos  los 19 kilómetros en automóvil, así que a pie ¡muchísimo menos!

Todos nuestros sistemas internos necesitan la actividad física casi tanto como el agua, y ambas necesidades son rutinariamente diferidas. Y aunque no te voy a sugerir que pongas en tu casa u oficina una caminadora para caminar mientras constestas tus correos o navegas en Internet



es absolutamente importante entender que sin actividad física nuestro cerebro y nuestro metabolismo  dejan de funcionar al 100%  y entran en decadencia.

Y por actividad física no me refiero a inscribirse en un gimnasio, con todas las ventajas que eso pudiera traer (¡ups, al menos en teoría!), sino a movernos más a pie. Hace 100 años no había gimnasios (pagos), y la diabetes y otras enfermedades crónicas no eran las primeras causas de muerte e incapacidad. Nuestros abuelos estaban obligados a desplazarse a pie o a caballo o en burro.

¿Mi sugerencia? No es que te compres un caballo o un burro o vayas a pie al trabajo, a menos que realmente estés cerca, pero sí que trates de hacer todas las actividades posibles sin andar en cuatro ruedas. Usualmente yo me muevo a pie en los alrededores de mi trabajo para hacer las diligencias bancarias, o ir a las librerías, o me voy al centro comercial más cercano (dejando las tarjetas de crédito atrapadas en un lugar seguro en mi trabajo, ¡para no caer en tentaciones!) y ando a paso rápido por sus pasillos por 20 o 30 minutos, intercalando subidas por escaleras (no las mecánicas, no hagas trampa). No sólo bajo el almuerzo más rápido, sino que también me distraigo, y le doy a mi cerebro lo que los científicos llaman BDNF o Neurotrofinas, pequeñas proteínas que se producen inducidas por el ejercicio y que estimulan la función de las neuronas e incluso las ayudan a crecer.


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