Ayer prometí darte un mini curso de biología moderna. No, no te preocupes,
será fácil y sencillo de entender, y muy necesario para que quede clara esta
relación de alimentos y células.
Te adelanté el concepto de Nutrigenómica, la ciencia que estudia cómo los
alimentos transmiten información a los genes. El segundo concepto importante es
la Epigenética que estudia la interrelación entre los genes y el medio ambiente
que los rodea.
Durante muchísimos años se pensó que la genética era algo inamovible:
adquirimos los cromosomas de nuestros padres y sus ancestros, y así como
nacemos, morimos. Nuestras células se duplican miles de millones de veces al
día y la información que pasa de una célula a la otra durante la duplicación es
una copia exacta. Lo vimos en los estudios de educación media a través de la
genética Mendeliana.
Sin embargo, sólo el 5% de esta genética es inamovible, el 95% restante se
modifica a través de los factores epigenéticos y esos cambios pueden ser
heredados de una célula a otra e incluso de una generación a la siguiente. Es
como si el 5% fuera el hardware o parte física de una computadora, y el 95%
restante el software o instrucciones para operar la computadora.
Tenemos en nuestro organismo aproximadamente unos 37 trillones de células
(37 millones de millones), según publica "Annals of Human Biology". Dentro de
cada una de esas células se encuentra el núcleo, y dentro de cada núcleo hay 23
pares de cromosomas con unos 23.000 diferentes genes en total.
Los genes, sin embargo, no están activos permanentemente. La interacción
que tienen con los distintos factores epigenéticos ponen marcas químicas
específicas en ellos o en las zonas del ADN que regulan como se expresan o “funcionan”
estos genes, haciendo que “hablen o se callen”, es decir, manifiesten o no una
función en particular propia de cada gen.
Podemos ver como ejemplo que hay genes que se expresan facilitando la diabetes o el cáncer y otros que
impiden o dificultan que esas enfermedades aparezcan.
Durante muchísimos años se pensó que los genes sólo se expresaban de manera
pre definida por millones de años de evolución, pero luego se descubrió que esa
expresión podía ser cambiada también a corto plazo por agentes diversos como
los alimentos, las sustancias tóxicas, las bacterias propias del intestino o
microbioma intestinal, y los factores psico-sociales y emocionales.
Buscando respuestas sobre la acción que ejercen los alimentos en los genes, los investigadores Waterland y Jirtle introdujeron cambios en la
alimentación de ratones Agouti, que son de pelaje claro y tienen tendencia a la
obesidad y la diabetes, y descubrieron que no sólo cambiaban el color de su
pelaje, sino que también eran más delgados y no sufrían de diabetes. Al cambiar
su alimentación no sólo alteraron características típicas de la raza (el pelo
claro) sino su tendencia a condiciones patológicas.
Creative Commons, autoría Musicowl1 |
Muchos alimentos que consumimos hoy en día son inventos genéticos o
experimentos químicos que benefician selectivamente a las grandes compañías de
alimentos pero poco o nada a los que los comemos. Modificados o inventados,
todos terminan por producir cambios en nuestros genes y nos enferman a corto y/o
largo plazo.
Un ejemplo de ello son los edulcorantes artificiales. Creados para no
alterar las glicemias en personas con diabetes o que quieren perder peso,
tienen, sin embargo, la capacidad de estimular poderosamente el Núcleo
Accumbens en nuestro cerebro, que es el centro de placer y recompensa. Su sólo
contacto con las papilas gustativas ya desencadena la estimulación de este
centro y también la secreción de insulina de manera incluso más poderosa que el
azúcar, ya que el mensaje químico que recibe nuestro organismo es de estamos
consumiendo una sustancia que dispara los mensajes concretos para que nuestros
genes entren en función y le den luz verde a la producción de insulina en el páncreas
y de dopamina (el neurotransmisor del bienestar y placer) en el cerebro.
Por un lado nos mantiene adictos sin hacer diferencia con drogas como la
cocaína o la heroína, y por otra, nos hace desgastar el páncreas y alimenta
nuestras células de grasa, amén de que al no ser un alimento como tal, el
hambre no se sacia y nos llama a comer más.
No te pierdas el próximo artículo que te ayudará a aprender un poco más
sobre biología moderna.
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