lunes, 24 de octubre de 2011

La era de la información


Según varios artículos de revisión publicados en Estados Unidos y en Europa, menos del 40% de los pacientes con diabetes controlan su glicemia al menos 1 vez al día, aún si están recibiendo tratamiento con insulina, aunque hacerlo cambiaría dramáticamente su calidad de vida.
Y si no hacen el control básico, mucho menos miden cómo está su glicemia con las comidas. Siendo la comida el principal actor en los cambios de la glicemia, ¿cómo es que sólo se les pide a estos pacientes chequear la glicemia para ver si la medicación es efectiva, ya sea para contrarrestar el efecto de la comida o para mantener un control general?

Cuando empecé a medir los efectos de los alimentos que comía a través de la glicemia capilar (hecha con ese pequeño aparatico en el que pones una gota de sangre tomada de la punta de uno de tus dedos y que te dice en menos de 5 segundos cuál es tu glicemia), descubrí que no todos los alimentos tienen el mismo efecto. Aprendí, por ejemplo, que prácticamente todos los tipos de pan que comía tenían la capacidad de subir mi azúcar en la sangre (y créeme, siendo de ascendencia portuguesa, comía pan en todas sus formas). Lo mismo pasaba con el arroz y las papas. No dependía de si comía mucho o poco pan, arroz o papas, sino de si los comía o no. 
Siendo médico, empecé a compartir este descubrimiento con mi familia, mis amigos y mis pacientes, y una vez tras otra, los resultados eran los mismos: más que la cantidad, era el tipo de alimento el principal factor en subir la glicemia.
Y aunque a veces protestaban diciéndome: “Uff, Maru... ¿quiere decir esto que tengo que aprender una larga lista de lo que sí y de lo que no afecta mi glicemia? ¡Eso es muy complicado!”, los beneficios sobrepasaban el precio del aprendizaje. 
Muchas veces me comentaban: “Doctora, me habían dicho que podía comer sin problemas patilla o melón, pero no es verdad, ¡me suben la glicemia! En cambio, la manzana verde casi no me afecta”, o bien, “¡las lentejas me caen de maravilla!”, “la cebada perlada es tan sabrosa como el arroz y acompañando el pollo o la carne, me mantiene bien la glicemia”, “media taza de arroz me sube mi glicemia”, “¡Caramba, no sabía que el jugo de naranja podía subir tanto mi glicemia!”

A muchos de mis amigos y pacientes su médico o la nutricionista, les dicen que el tipo de alimento no es importante, sino la cantidad que comen. Llegan a mi consultorio con sus menús y listas de alimentos y las cantidades que tienen que comer, basados en conceptos desactualizados, con glicemias elevadas, o saturados de medicamentos y sufriendo sus efectos secundarios. No hay educación sobre indices y cargas glicémicas, grasas esenciales, intolerancia a los carbohidratos.
Es ahí cuando me pregunto... ¿no es ésta la era de la información? ¿Entonces, por qué no la usamos?


No soy pionera en esta información. Puedes encontrar material valioso en las páginas de la Universidad de Sidney (Dra. Brand-Miller) o en la de David Mendosa. Pero he visto los resultados de usar la información. Por eso inicié este blog e hice el ebook “Lo que su doctor no sabe acerca de la glicemia”. Si quieres una copia de este ebook, escríbeme a mi email y te lo envío (¡es gratis!).

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