El Dr.
Christopher Gardner, en su video “The
Battle of diets: is anyone winning (at loosing)?, calificó de “píldora
amarga” el haber descubierto que la dieta Atkins era la que mejores resultados
producía en el manejo de las pacientes con resistencia a la insulina. Para un
vegetariano convencido, la dieta del Dr. Atkins, que maneja principalmente
proteínas de origen animal, ha debido ser un duro golpe.
No lo fue
menos para mí. Yo probé esa dieta hace unos 14 años y funcionó bien para perder
peso, pero no para mis grasas en la sangre. Hoy ya sé por qué “subieron” pero
dejemos eso para un poco más adelante.
Vayamos
primero a la resistencia a la insulina: ¿qué es? ¿cómo se diagnostica? ¿qué
produce en las personas qué la tienen?
La
resistencia a la insulina se define como una condición en el organismo en la
que la insulina que produce el páncreas se vuelve progresivamente inefectiva en
el proceso de almacenamiento de la glucosa en los músculos y células adiposas
(grasa) y en el hígado. Inicialmente el páncreas responde aumentando la
producción de insulina para normalizar las cifras de glucosa en sangre
(glicemia). Con ese aumento a veces logra compensar su efecto disminuido y
mantener un nivel normal de glicemia; a medida que pasa el tiempo, sin embargo,
se hacen necesarias cantidades cada vez mayores de insulina para mantener la
glicemia en rangos normales, y finalmente la ineficacia de la insulina o la
falla del páncreas para producirla llevan a un descontrol de la glicemia que
resulta en diabetes. El exceso de producción de insulina tiene efectos poco
favorables en nuestro organismo y lleva a la aparición del llamado Síndrome
Metabólico y Diabetes.
Los criterios
de laboratorio para hacer el diagnóstico de “riesgo de resistencia la insulina”
que usa el grupo de Life Extension, y que yo apoyo en un 100%, incluyen:
- Insulina en ayunas igual o mayor a 15 uU/ml
- Triglicéridos en ayunas igual o mayores a 130 mg/dl
- Relación Triglicéridos/HDL colesterol igual o mayor a 3.0
(“The Twenty-First Century Epidemic”, Steven
Joyal, MD, LE Magazine 2006)
Y decimos
riesgo porque es una manera indirecta de medir esa resistencia. Las pruebas más
específicas son muy laboriosas y se hacen sólo dentro de estudios científicos
muy estrictos y de poco uso masivo, así que estos 3 parámetros pueden usarse
como guías en la práctica médica diaria.
El aumento de
peso es el efecto más frecuente de esa resistencia, y el que trae al mayor
porcentaje de los pacientes a mi consulta. A estos pacientes, con mucha
frecuencia, se les ha hecho exámenes de glicemia en ayunas y a las 2 horas
después de comer (Glicemia postprandial de 2 horas). Esta valoración es
incompleta porque no incluye la determinación los tiempos intermedios como 30,
60 y 90 minutos post desayuno.
Cuando yo
empecé a hacer las glicemias en mi consultorio y en jornadas para grupos, nos
dimos cuenta de la importancia de medir los tiempos intermedios. Un buen número
de personas tenían valores considerados como normales tanto en ayunas como a
las 2 horas, como puedes ver en la imagen A, pero cuando se les tomaba los
valores intermedios nos encontrábamos con valores anormales (imagen B).
Después de
cientos de pacientes, y de correlacionar los valores con pruebas de laboratorio
más completas, establecimos criterios simples de “normalidad” en las medidas de
las glicemias postprandiales. Podrás leer más en nuestra próxima entrada.
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