lunes, 2 de enero de 2012

Diabetes sin hiperglicemia


¡¡Hola!!
Espero que hayas tenido una excelente despedida del 2011. Aunque puede ser que no lo creas, fue un año estupendo. Y lo mejor es que Dios nos ha regalado un año nuevecito a estrenar. Así que mis primeras palabras son de buen augurio para ti y los tuyos. ¡¡Feliz 2012!!


En Noviembre del año pasado (suena cómico decir "año pasado" cuando apenas fue hace 2 días) inicié una serie sobre el Dr. Joseph Kraft y su estudio inicial sobre las curvas de insulina y glicemia. Las dos entradas que le siguieron tuvieron la intención de aclarar, especialmente para mis lectores que no son médicos, algunos conceptos sobre glicemia e insulina y sobre la interpretación de sus resultados. Y de ahí los dejé a ustedes, mis lectores, en el limbo, por más de un mes. El único artículo de Diciembre, que afortunadamente escribí, fue para compartir unos tips sobre cómo comer en las Navidades, y me alegro de haberlo escrito, no tanto por no dejar el mes entero al abandono sino porque recibí comentarios vía email que fueron de mucho aliento.  
Pero ahora quiero completar la serie para dar después inicio a una ampliación de este blog.


Cuando leí el libro del Dr. Kraft, encontré un concepto que no había visto antes en ningún libro de medicina o en algún artículo científico: diabetes sin hiperglicemia, es decir, diabetes sin azúcar alta en la sangre.

Estoy segura de que te estás preguntando en este momento cómo puede haber diabetes sin hiperglicemia porque yo misma me lo pregunté. Recordaba vagamente haber leído algo similar en los muchos libros y artículos que pasaron en su momento por mis manos, o quizás en algunas de las conferencias a las que había asistido. Pero nunca en los términos claros en los que aparece en este libro.

El Dr. Kraft estudió 14.384 curvas de glicemia-insulina a lo largo de más de 30 años en el departamento de Patología Médica y practicó 3000 autopsias de muchos de estos pacientes en los había obtenido las curvas. Sus conclusiones son brutales, por decir lo menos, pero también aclaran tanto la epidemia de diabetes que enfrentamos en la actualidad como las lesiones que llevan a complicaciones cardiovasculares y muerte a un sinnúmero de personas que parecen estar sanas.

De hecho, el Dr. Kraft afirma en su libro que la hiperglicemia es una manifestación tardía de la diabetes que empieza unos 12 años antes de que el azúcar suba en la sangre a los niveles que los médicos llamamos diabetes.
A través de ese estudio de las 14.383 curvas de glucosa-insulina el Dr. Kraft estableció patrones claros que identificaban la hiperinsuinemia-resistencia a la insulina característica de la diabetes tipo 2, independientemente de que tan anormal o no fuese la curva aislada de tolerancia a la glucosa, y la importancia de hacer una identificación precoz de este exceso de insulina es la detección temprana de lesiones en las arterias que son responsables de la enfermedad cardiovascular, renal, ocular y vascular periférica que aparecen haya o no diabetes o hiperglicemia como tal.

Su estudio agrupó los pacientes de acuerdo a las edades. Es poco probable que nosotros los médicos podamos encontrar una evaluación tan detallada que empiece a edades tan tempranas como los 3 años, que se extienda por un lapso de más de 30 años, que presente curvas tomadas en más de una oportunidad a muchos de esos pacientes, y que establezca una clara relación entre ese aumento de la insulina y las diferentes etapas de lesiones en las arterias, ¡comprobados a través de más de 3.000 autopsias!

Pero, no vayamos aún ahí, sino a la estadística simple que agrupa a los pacientes por edades, y en ese grupo empecemos por los más pequeños: 3 a 13 años.


Cuando vemos solamente las glicemias tomadas en ayunas, y que corrientemente son el criterio para pedir o no una tolerancia glucosada, de los 117 pacientes evaluados únicamente 20 de ellos tenían glicemias en ayunas iguales o mayores a 100mg/dl.

A pesar de haber pocos niños con glicemias en ayunas en rango sospechoso, los médicos del St. Joseph insistieron en hacerles las tolerancias glucosadas, y los resultados en sí parecieron justificar aún menos el someter a niños pequeños a la incomodidad y el dolor de hacer este tipo de prueba.



Puedo decir, sin temor a equivocarme, que todavía tengo que conocer al primer pediatra que insista en agregar una curva simultánea de insulina a esa evaluación. Y, sin embargo, en el hospital St. Joseph las hicieron, para fortuna de esos niños, ya que como pueden ver en el gráfico a continuación


prácticamente el 50% de esos niños tenían curvas anormales de insulina. Una clara alteración de la curva de insulina significa, en palabras del Dr. Kraft que hay un riesgo cierto de tener (o desarrollar) diabetes tipo 2.

Descubrir tan tempranamente este hecho debe haber significado detener el riesgo de diabetes o incluso revertirla, si ya la padecían,  lo cual ciertamente valió la pena. 

Quiero aclarar que estos resultados aplican específicamente a la diabetes tipo 2 o insulino resistente, ya que en el caso de la diabetes tipo 1 la causa va más allá del estilo de vida y no es la razón de esta entrada, ni tampoco el objetivo del libro del Dr. Kraft.

No dejes de leer mañana la continuación de esta entrada.




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