Mostrando entradas con la etiqueta Michael Pollan. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Michael Pollan. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de marzo de 2012

¿Qué creen que pasó? La Historia de las Dos Hamburguesas


Snack-Girl compartió lo siguiente en la continuación de la Historia de las Dos Hambuerguesas:


Después de 11 días a una temperatura ambiente de 20ºC en una bolsa Ziploc, esta es la foto de las 2 hamburguesas. Obviamente, la de la derecha es la casera y la de la izquierda es la Cheeseburguer XXXXXX.

En la entrada The Tale of the Two Burguers: The Begining leerás que la hamburguesa XXXXXX fue comprada apenas 30 minutos antes de que yo hiciera la casera.
Veamos los close-ups de las hamburguesas

Cheeseburguer XXXXXX: 11 dias
Esta hamburguesa huele exactamente igual a cuando fue comprada. Cuando la abrí, no había signos de descomposición.


Hamburguesa casera: 11 días
Esta, en cambio, tuve que echarla a la basura porque olía terrible.

¿Por qué no se echo a perder la Cheeseburguer XXXXXX?
Mi respuesta es simple: no es comida.

He aquí mi definición de comida:
Cualquier sustancia nutritiva que se come o bebe, o es llevada adentro del cuerpo por otros medios, que sustenta la vida, proporciona energía, promueve el crecimiento, etc.

Si las bacterias o los hongos no están interesados en “comerse” esta cheeseburguer, ¿cómo puede ser considerada nutritiva para los seres humanos?

Una nota personal: yo acostumbraba comer “comida rápida” (o chatarra) regularmente. Mi Universidad quedaba  al otro lado de la calle de XXXXXX y mi casa en San Francisco estaba a 100 yardas (unos 90 metros) de otra de esas cadenas de ventas de hamburguesas.

No estoy segura de cuando pasó, pero empecé a tener dolores de estómago cada vez que comía una Cheeseburguer de una de estas cadenas de ventas de hamburguesas.
Mi esómago no podia digerir esta comida. Al principio, pensé que era por la grasa. Pero yo podia comer otros alimentos grasosos sin que me pasara algo similar.

Quizás yo estaba teniendo dolores de estómago porque mi cuerpo no podía DIGERIR esta hamburguesa. Si las bacterias en el aire no pueden procesar esta cheeseburguer XXXXXX de 11 días, ¿como se supone que mis bacterias intestinales (además de los ácidos estomacales) puedan hacerlo en 24 horas? Digo, pensando no más.

Quisiera invitar a Michael Pollan y a cualquier persona de la cadena XXXXXX a que discuta con nosotros este experimento. No sé si alguno de ellos aceptará esta invitación, pero, quizás si hacemos suficiente “ruido” podamos obtener algunas respuestas

Por favor reenvíen este artículo a sus amigos por Facebook, Twitter o email.

Además, cada sección de ciencias en las escuelas puede hacer este experimento de $3, pienso que vale la pena. Debemos discutir con nuestros niños y familias sobre este “alimento” y decidir cuánto contribuye a nuestra salud global.

Yo misma quedé totalmente en shock. Yo he comido esas hamburguesas, aunque no muy frecuentemente, y hasta ahora no he tenido dolores de estómago. No es que lo recomiende, pero pensaba que Snack-Girl estaba exagerando. Así que me fui a la dichosa cadena de ventas de hamburguesas y compré una Cheeseburguer similar a la que ella utilizó en el experimento. La coloqué en una bolsa plástica resellable, y la dejé en una estantería en la cocina (no exactamente a 20ºC, por cierto). Y esperé.

Como tenía en esos días unos talleres sobre alimentación, a ambos concurrí con mi hamburguesa “bajo el brazo”. Me huiera gustado tomar una foto de la cara de los participantes.
Porque exactamente como le sucedió a Snack-Girl pasó con mi cheeseburguer:

¡ESTABA INTACTA DESPUÉS DE 11 DÍAS DE COMPRADA!

Como dicen en una sección muy popular de nuestra prensa: "aunque Ud. no lo crea..."
No dejes de compartir esta entrada como lo pide Snack-Girl. Es un servicio al público.




lunes, 23 de enero de 2012

El Omega Equilibrista

Amén de enfrentar una semana de reinicio de labores en mi consultorio, he tenido una inusual serie de complicaciones, por lo que esta entrada lleva varios días de retraso. Y debo confesar, además, que tenía dudas de como comenzarla.  Mi lado científico me empujaba a continuar esta serie sobre los ácidos grasos detallando los beneficios del Omega 3 sobre una serie de órganos en nuestro cuerpo. El lado comunicador quería obviar la parafernalia de los efectos individuales e ir directamente a cómo tener balance entre omega 6 y omega 3.
Creo que a muchos lectores les interesa básicamente el lado práctico, así que gana la segunda alternativa.
Veamos entonces cómo lograr ese balance.

¿Aumentando el Omega 3?
En un mundo de alimentos donde el omega 6 está omnipresente y en cantidades desmesuradas, lo primero que se nos ocurre es aumentar considerablemente nuestras fuentes de Omega 3. Pero casi de inmediato nos enfrentamos con costos, gustos, oferta de productos, marketing,  dificultades de importación, y otra serie de detalles, que nos hacen sentir abrumados (yo diría que impotentes), y nuestra reacción es hacer caso omiso y aceptar que la vida es como es y que no tenemos muchas opciones de aumentar esas fuentes de omega 3.

La reacción de mis pacientes oscila entre “el no tengo dinero”, “no me gusta el pescado”, “no encuentro el aceite de canola”, “mi médico me dice que no hace falta”, y otras variantes que usan como excusas y que consideran totalmente válidas para no hacer cambios.
Y no les falta razón. Si para obtener el balance correcto la única respuesta fuera aumentar el consumo de omega 3, yo me sentiría igualmente abrumada. 

Al principio, sin embargo, yo pensaba que lo correcto era aumentar la dosis de omega 3 para acercarnos al balance apropiado. Pero aún 1 gramo diario de omega 3 (lo que recomienda la Asociación Americana de Cardiología, y que equivale a tres raciones semanales de pescado del tipo “azul o de aguas frías”, como el salmón o las sardinas), está muy por debajo de lo necesario. Si tomamos en cuenta nuestros hábitos alimentarios en la actualidad, necesitaríamos al menos 4 gramos diarios de ácidos grasos omega 3 para estar cercanos a ese balance.
Además,  ¿cómo les recetaba más cantidad si ya era difícil (y costoso) lo que ya consumían? ¿Debía conformarme con el pensamiento de que “tener salud” es para los adinerados?
Me indigna verme obligada a aceptar callejones sin salida. El que algunos pudieran comprar y tomar lo necesario y muchos otros no, me carcomía por dentro, porque la realidad científica me repetía casi a diario cuan dañino era no tener el dichoso balance.


Buscando Respuestas
La providencia (que yo llamo Dios) tiene su manera de hacer aparecer soluciones si persistimos en buscarlas. Cuanto más leía sobre omega, más convecida estaba de que tenía que haber una alternativa para países como el nuestro. En las publicaciones sajonas también encontraba la inquietud, como bien lo expresan Michael Pollan, en su libro In Defense of Food, la Dra. Artemis Simopoulos, en The Omega Diet, y Susan Allport, en The Queen of Fats. Y la respuesta no podía ser solamente aumentar el Omega 3 para compensar el balance. En los 3 libros aparecen referencias al Dr. Joseph Hibbeln, un médico investigador del National Institutes of Health, que condujo varios estudios acerca de la relación del consumo de Omega 3 y patologías que iban del ACV hasta el suicidio.  Como ya les mencioné en una entrada anterior, soy hija de la curiosidad, así que me zambullí en la web y fui a dar al American Journal of Clinical Nutrition buscando publicaciones, especialmente una del 2006. 


En el corazón de ese estudio científico, el Dr. Hibbeln planteaba una solución sorprendente, tanto por lo sencilla como por lo absolutamente VIABLE. No digo que sea fácil, sobre todo si tomamos en cuenta las dificultades regionales, pero... de que se puede, SE PUEDE. Y la respuesta no era otra que... ¡comer menos alimentos con Omega 6!


¿Disminuir los Omega 6 que consumimos en vez de aumentar el Omega 3?
Ya que tenemos poco control sobre cuánto omega 6 hay en los alimentos, ¿por qué simplemente no escogemos los que lo tienen en poca cantidad? De esta manera, en vez de necesitar muchos gramos de omega 3 para tratar de restaurar un balance casi imposible, nos bastarían unos 500mg diarios para lograrlo. La gente en Filipinas necesita menos.


Al elegir los alimentos que sabemos que tienen poco omega 6, y decirle NO a TODO lo que diga “aceite vegetal”, “manteca vegetal”, “aceites o grasas” provenientes del maíz, del girasol, de la soya, del algodón o similares, cambiamos dramáticamente la relación entre ambos omegas.


Resistencia al Cambio
Invariablemente hay reacciones negativas de entrada. Parece inconcebible que el aceite de maíz, por ejemplo, tan recomendado por los cardiólogos, sea un ayudante eficaz en la aparición de trombosis. O artritis.


Además, están los interrogantes de cómo preparar la comida: 
“Doctora, ¿y con qué voy a freír?”. 
"Con aceite de canola", les sugiero.
“Ah, sí, ¿y dónde lo consigo? Porque hace rato que no hay”
Y como en nuestro país, además de difícil de conseguir, es notablemente más caro que otros aceites vegetales, el “no puedo comprarlo”, o lo que quieras usar como razón,  se hace válido. 


Lo que Compramos
La verdad es que todo viene con algún tipo de “aceite o grasa vegetal”: los enlatados, las galletas, las tortas, los panes, la comida rápida, etc. La lista es interminable. Por eso es que tenemos 20, 30 o Dios sabe cuántas veces más omega 6 que omega 3.

Veamos alternativas: puedes sofreír con aceite de oliva. No, no todo, estoy de acuerdo, imposible hacer tajadas con aceite de oliva, o papas fritas. Pero puedes hornear el plátano, o cortarlo en tajadas y asarlo en el budare, sin aceite. Y en última instancia, escoge el de soya de vez en cuando, su relación es 8 a 1 (la del maíz es de 46 a 1, como mínimo). Puedes hacer papas al horno, al vapor, o dorarlas con un toque de mantequilla, que tiene toneladas de grasas saturadas y de omega 9, por lo que su proporción de omegas 6 y 3 es irrelevante.



Puedes dar preferencia a comidas en la calle que no sean fritas (el pollo en brasas es bien rico y no voy a discutir ahora lo de los radicales libres de la leña o del carbón). 
Puedes elegir enlatados sin aceites "vegetales" añadidos, pueden ser en agua, al limón, con tomates o en aceite de oliva.
Te inviato a descartar los platos que ofrezcan “mantequilla” en la confección, ya que en realidad los vegetales son salteados en margarina, al igual que el pescado, con lo que haces un negocio doblemente malo: la margarina tiene grasas trans y puro omega 6.

Todavía no termino pero te dejo más de la lista para la próxima entrada. 

jueves, 12 de enero de 2012

En Defensa de la Comida


Hemos sido condicionados a pensar que todo lo que comemos, de alguna forma u otra, son alimentos, y no es verdad.

Michael Pollan, en su libro In Defense of Food, nos comenta que tuvo el mismo asombro que tuve yo, y que seguramente tú tienes en este momento, al encontrar la redefinición de lo que es comida en una conferencia de la distinguida profesora Joan Dye Gussow, de la Universidad de Columbia. Cito, luego de traducir, estos comentarios de la Prof. Gussow: “En los treinta y cuatro años que tengo en el campo de la nutrición he visto como la comida real ha desaparecido de grandes áreas de los supermercados así como del resto del mundo que come...” Los comentarios vienen a propósito del sinfín de nuevos productos “comestibles” que cada año inundan los mercados, y cuyo objetivo gira alrededor del comercio o de promesas sustentadas en una aterradora escasez de conocimientos.

Nuestra vida corre tan loca y tan rápido que saciamos nuestra hambre mayormente con productos de bajo costo y fácil o ninguna preparación. No nos detenemos a “entender” las etiquetas, de manera tal que los ingredientes reales quedan sepultados, aún para los “expertos”,  en la “información nutricional”, sin importar el grado de procesamiento de su contenido o la falsedad de la afirmación que viene impresa en la parte frontal de los empaques.

Y digo los “expertos” porque nosotros, los médicos y los nutricionistas, salvo contadas excepciones, nos vanagloriamos de tener “conocimiento” de los principios dietarios fundamentales, y sin embargo somos profundamente ignorantes de lo que realmente hay dentro de un alimento que compramos en el mercado. Claro está, no me refiero a un producto en su estado virgen, como una fruta, o un pescado, o las hortalizas (aunque también puede ser motivo  de argumentar).

Sin más, tomemos como ejemplo esta imagen del contenido de un cereal “sano” tipo muesli, con sabor a chocolate, ampliamente recomendado por médicos y nutricionistas como fuente de “cereales integrales”. A la izquierda está la lista de ingredientes, y a la derecha la tabla nutricional.


La tabla de Información Nutricional nos da la información de cuantas proteínas, carbohidratos, grasas, fibra y otros “nutrientes” tiene (recorté la tabla por hacerla más legible). 

En la lista de ingredientes podemos notar que hay 5 fuentes de azúcar, el maíz y el arroz están altamente procesados, y tiene 1 sola fruta, las pasas.

Si nosotros mezcláramos los ingredientes como una granola hecha en casa, elegiríamos unas semillas naturales como almendras y nueces troceadas, o avena integral o en hojuelas, y además de las pasas, podríamos agregar algunos orejones de manzana en trocitos o frutas frescas en vez de los orejones, y nadie en su sano juicio añadiría 5 clases diferentes de azúcar; tal vez usaríamos algo de miel o papelón, si la fruta no endulza lo suficiente para nuestro gusto particular.

Lo cierto es que cuando tienes que enriquecer los cereales y usar varias fuentes de azúcar, como vez en este cereal comercial, significa que su parecido con la comida real termina en la etiqueta.

Queridos lectores: de nuevo los invito a que hagan comentarios, ya sea en el espacio que este blog tiene al final de cada entrada, o a través de mi correo electrónico dramarumaxvitae@gmail.com

Los comentarios son vitales para compartir inquietudes y mejorar mi comunicación con ustedes, y de alguna manera le dan un “toque humano” a este contacto del mundo electrónico.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...